Juan José Rodríguez
El Universal
Lunes 13 de agosto de 2007
Oaxaca es una explosión de colorido, de lenguas nativas, de bandas de viento que acompañan los bailes y de sincretismos a veces inexplicables. Las turbulencias han sido parte de su historia, y tras ellas, siempre se ha sabido reinventar para ofrecer al visitante lo mejor de su cultura.
Oaxaca.- La capital del estado ha conocido desde tiempos inmemoriales todo tipo de turbulencias. Desde intensa actividad sísmica hasta fuertes conflictos humanos.
Sin embargo, la civilización y la naturaleza florecen y se han brindado siempre a los visitantes de los valles centrales.
Los pueblos mixteco y zapoteco vivieron en lucha continua. Años después fueron dominados por el imperio mexica y finalmente por los españoles. Más allá de lo dañino que resulta a corto plazo, nos han dejado también un legado de las formas de vida que el mestizaje impuesto o voluntario ha marcado en la región.
Huaxayácan, Antequera o Oaxaca –nombres que ha ostentado la ciudad a lo largo de los siglos–, hoy es una mezcla cosmopolita donde distintas lenguas indígenas se oyen en sus mercados.
Italianos, yucatecos, ingleses o regiomontanos pasean por sus calles de estilo colonial, comen chapulines, gusanos de maguey, usan la colorida ropa local y se mezclan con toda la gente que viene de las siete regiones del estado en un crisol que se enriquece con las manifestaciones humanas –a veces no muy pacíficas– y que dan por resultado la siempre apreciada Oaxaca de nuestros tiempos.
http://www.eluniversal.com.mx/articulos/41960.html
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